Jose Antonio López Cabrera, que se
encuentra preso en el Centro Penitenciario de Lledoners (Manresa), lleva
desde el 28 de Febrero en huelga de hambre, con el firme propósito de
denunciar las torturas que se producen en prisión.
En la mañana del Domingo 22 de Abril, dos
personas acudimos a una comunicación reglamentaria con Jose Antonio. El
viaje desde Barcelona es largo, pero afortunadamente disponemos de un
vehículo que nos facilitará llegar hasta la prisión que se encuentra
fuera de Manresa, en el término de Sant Joan de Vilatorrada.
No es fácil llegar hasta allí en
transporte público, sin embargo varias personas y familias se desplazan
todos los fines de semana a ver a sus amigos y familiares encarcelados y
esa es una realidad que se repite todos los fines de semanas del año en
todas las prisiones de Catalunya y del estado español.
Lledoners es un centro penitenciario de
reciente construcción. Algunos la consideran la prisión emblema del
sistema penitenciario catalán, y la exhiben a las visitas concertadas de
personalidades que se acercan a verla. Dicen que tiene calles con
árboles y hasta piscina, pero en todas las visitas que hemos hecho, sólo
hemos visto rejas, muros, cristales, vayas y alambradas que nos cierran
constantemente el paso.
Es una cárcel que tiene cierto parecido a
la de Brians II. Ha sido construida en una hondonada, por lo que cuando
vas a comunicar, hay que bajar de nivel a través de unas escaleras,
para llegar al módulo en el que se encuentran las cabinas para las
comunicaciones. Es como si el insconsciente colectivo del poder,
quisiera encerrarlos bajo tierra.
Después de inscribirnos, identificarnos,
pasar los controles de seguridad y permanecer encerrados en diferentes
compartimentos estancos en los que se va pasando de uno a otro, como si
de un canal artificial se tratase, se bajan las escaleras que da acceso a
un patio que se debe cruzar y en el que se divisan varias filas de
altas cercas que terminan en rollos de concertinas galvanizadas con
cuchillas pensadas para producir el mayor número de cortes posibles. Una
vez se cruza el patio, ya sólo queda una puerta mecanizada que superar,
para entrar por un pasillo en “ese”, hasta la zona de los locutorios.
La sala, tiene una construcción peculiar. Las cabinas están numeradas,
pero no se sabe bien quien es el que está dentro y quién el que viene de
fuera. Según el locutorio que te toque, tienes que empezar a dar
vueltas como si de un laberinto acristalado se tratara y en el que, sino
estás habituado, es fácil perder la referencia de la entrada. Hoy nos
había tocado el locutorio número 7, pues no habían venido demasiadas
personas a comunicar, un hecho que no podremos saber si es porque se
trata de la comunicación con los presos que se encuentran en enfermería,
o porque a esa hora y en ese día, no vinieron más personas a comunicar.
Cuando llegamos, los presos aún no han entrado en la sala y tenemos que
esperar un rato, hasta que una hilera de personas van entrando por una
puerta y buscando la cabina correspondiente. Jose Antonio es uno de los
primeros en aparecer. Uno de los carceleros le dice algo y el se gira y
le contesta y sigue su camino hasta el locutorio. Nada más entrar nos
explica que no le querían dejar entrar en la cabina con la botella de
agua que lleva siempre consigo, pues se le seca la garganta y le cuesta
hablar. También nos explica que pensaba que en la visita estaría el
abogado y que se había bajado una carpeta con algunos de los expedientes
disciplinarios que le han aplicado desde que volvió a entrar en
prisión, tras 24 años de condena y un año en la calle.
De la carpeta saca una hoja sin darnos
tiempo a preguntarle cómo está, y nos dice que ha intentado escribir
algo y empieza diciendo que está en huelga por motivos y razones como
los que tiene que escuchar decir a algunos carceleros cuando se dirigen a
un preso, y se pone a leer rápidamente varias frases, de las que sólo
puedo retener la siguiente: “Es como un trozo de carne, y cuando la
carne se pone dura, hay que apalearla…”.
Con frases como esta, es cómo algunos carceleros justifican su violencia y las palizas que dan a los presos.
Sigue la lectura con reflexiones más
personales que se me escapan del recuerdo, pero concluye diciendo que
quería hacer un escrito para difundir en la calle, pero que “el único
comunicado que puedo hacer, es que sigo en huelga de hambre”.
Antes de que pueda seguir, el compañero
al que acompaño, le pregunta cómo se encuentra. Pero él no quiere
extenderse hablando sobre su estado y reflexiona sobre la realidad
penitenciaria que le ha tocado vivir en este momento y explica que
estaría bien que las personas, cuantas más posibles, protestaran. Y que
lo hagan como mejor puedan teniendo en cuenta no cometer errores como en
el pasado, y hace referencia al motín de Quatre Camins del 2002, en el
que una huelga de brazos caídos, los responsables penitenciarios la
transformaron en un motín, y eso me trae al recuerdo las situaciones
vividas en 29M con la huelga general, en el que la brutalidad policial
contra las personas se expresó oficialmente como “la menor fuerza
necesaria”, mientras que la rotura de cristales, la quema de containers o
la rabia contra objetos materiales, fueron elevados a la categoría de
violencia. Y de este pensamiento me voy a las palabras de Malcolm X, que
decía: “Si no estan prevenidos ante los medios de comunicación, los
harán amar al opresor y odiar al oprimido”. Y mientras me pierdo entre
mis pensamientos, Jose sigue hablando y lo recuerdo diciendo que quiere
que entre en prisión una comisión de investigación, pero que no le hagan
el paseito para las visitas y que les muestren también las celdas de
aislamiento y de castigo, “que siguen existiendo” y que además no les
hagan hablar con presos que acaban de entrar o que llevan poco tiempo,
sino que hablen con los presos que llevan pagadas largas condenas, que
hablen con él, y que les enseñará lo que nunca ven.
Después se para, coge aire y da un trago
de agua de la botella y explica que el otro día el director de la
prisión fue a verle y que le preguntó que “cómo te puedo ayudar…”, y él
le respondió, “ahora ya es demasiado tarde”. Explica que dice que le
quiere ayudar para que deje la huelga, pero que no la va a dejar, que
tenía que haberse interesado antes y que ahora ya es tarde. Por un
instante se queda callado, como si algo de lo dicho le hubiese hecho
pensar y sigue diciendo que no sabe si en algún momento tendrá que dar
un golpe de volante para cambiar el rumbo de su decisión, pero que en
este momento tiene claro que va a continuar. Se da cuenta que no quiere
llegar a una situación límite, pero que tampoco tiene otra opción y
explica cómo la estructura carcelaria sirve para intimidar constante y
permanentemente al preso y que nada más llegar a esa prisión, le hacían
hasta dos veces al día registro de celda. Que está harto de contemplar
tanto abuso…
Rebusca en la carpeta y da otro trago de agua de la botella y nos
empieza a explicar con diferentes instancias en la mano, que se da
cuenta que tanta medicación no es buena, pero que necesita alguna de
ella y que quiso reducirla e hizo una instancia para dejar la dosis de
10 mg de Diazepam que le dan por el día, y mantener la de la noche que
le permite dormir. Nos lee las respuestas todas iguales de diferentes
solicitudes: “Debe apuntarse a visita médica de su módulo y comentárselo
a su médico”. Explica que en una consulta con el médico, Jose Antonio
le sugirió una medicación y que el médico le dijo que tanta pastilla no
iba bien, por lo que le contestó que lo primero que habían hecho había
sido hincharle a pastillas de todo tipo, y que ahora que él necesitaba
unas en concreto, le soltaban eso.Desde que hemos empezado a comunicar, nosotros apenas hemos hablado. Jose Antonio lleva en los pómulos de su rostro y en la cuenca de los ojos, el paso del tiempo sin probar bocado, y aunque lleva más de 50 días sin comer, y estar físicamente demacrado, se le nota una fuerza de ánimo que sólo me parece posible por la rabia contenida por todo lo que está viendo y sintiendo.
Sé que están falsificando informes y
tengo que demostrarlo. Saca un expediente disciplinario y nos lo coloca
en el cristal para que lo leamos. Es de fecha 18 de Septiembre del 2011,
módulo 5 en la celda 3, a las 21:20h, aunque no acierto a encontrar el
nombre del centro, pues no he leído el encabezamiento. En el parte habla
de que en un registro, aparecen 2 pastillas redondas blancas y 3
alargadas y que en una repisa dentro de un paquete de tabaco, encuentran
un bolígrafo manipulado conocido en argot penitenciario como “diablo”.
Él explica que eso es falso. Que lo que había dentro del paquete, no era
un “diablo”, sino un bolígrafo roto que utilizaba para cambiar una
pestaña conmutadora del ventilador, y que en el parte pusieron un
“diablo” porque los jueces saben que eso es un arma y así poder
sancionarlo. Además explica que él se hizo responsable de lo hallado y
que por ello fue expedientado, pero que a su compañero de celda también
lo expedientaron y trasladaron.
También nos habla del parte que le han
abierto por el comunicado con los 16 puntos reivindicados que los
carceleros sacaron de la web de “a las barricadas”, y que el director lo
tenía encima de su mesa y que también lo tenía el juez.
No cuenta que luego aparecen psicólogos o
educadores con muy buenas palabras, pero que lo único que quieren es
ver que confidencias te pueden sacar para decírselo después a los
carceleros, y que si alguien confía en ellos y les explica de que fuma
algún porro, luego se lo trasladan a los carceleros y estos saben que si
te registran la celda en algún momento encontrarán algo.
“A mi ya no me vienen con la cuestión de
los permisos”, nos dice…, “lo importante no es tanto estar en la calle
como el sentirte libre aquí o donde estés, y lo cierto es que ni aquí,
ni en la calle me he sentido libre”. Sigue explicando que para salir a
la calle y estar fastidiando a la familia o a los amigos, “me quedo aquí
dentro y que se fastidien ellos”.
Nos habla de otra sanción que le abrieron
por un puñetazo que le dio a otro preso tras una provocación. “Como
había cámaras, el otro no se revolvió y a mi me sancionaron por
agresión, pues la provocación de palabra no se distingue por la cámara”.
Nos explica que se da cuenta que situaciones como esas no son creadas,
en su caso por el otro preso, sino que son consecuencia del ambiente
hostil del espacio penitenciario y que el único culpable de situaciones
como esas, es la misma prisión.
El abuso de la institución se ejerce en
todos los sentidos. No son tampoco sólo los precios abusivos del
economato, sino en cuestiones tan básicas como el no poder dar tu
televisor a un amigo cuando te vas de prisión. Se lo tienes que dar a la
prisión y el amigo pierde todo derecho al televisor, por lo que si se
va trasladado a otra prisión, se queda sin televisor.
“El director me recriminó que aparecieran
los suicidios en el comunicado, y eso que sólo hablé de los últimos 10
años”. Y relata la situación de un amigo suyo que se quitó la vida, si
no recuerdo mal, en el especial de Quatre Camins. Nos explica que las
prisiones de antes tenían unos pocos módulo y las de ahora tienen muchos
más y que te dispersan dentro de ellos, de manera que no puedas
mantener contacto con tus amigos y compañeros, y “eso hace sentir que
tienen poder sobre nosotros” y entiendo que el suicidio es la única
salida que les queda para quitarles ese poder.
Nos dice que son importantes los motivos
por los que él está en huelga y que aunque a Manrique se lo hayan
llevado a Brians con la excusa de que allí estará con su hijo, no hay
que olvidar las torturas que ha recibido. Que en esta prisión hay un
grupo de carceleros, en especial un jefe de módulo que abusa de su poder
y que a veces eso, a Jose Antonio, le hace darse cuenta de su propia
realidad, de una gran impotencia de no poder hacer nada, pero que
también le ayuda a saber de qué puede prescindir y que si un día vienen y
de castigo se le llevan la tele, sabe que al día siguiente ya no se la
podrán quitar. Que está en huelga de hambre por el mismo, porque los
malos tratos a los demás, a él también le afectan y que no parará hasta
ver a los torturadores expedientados y que utilizan a educadores,
psicólogos para obtener información y así poder ir a saco.
Recuerda que a una educadora le explicó
que cuando entró por primera vez en prisión, era un niño y le trataron
como a un hombre; y que ahora que era un hombre, le querían tratar como
si fuera un niño. Dice que tuvo que aguantar las ganas de responder a la
educadora cuando ella le contestó que “a lo mejor no has sabido ser un
hombre…”, y que se dio cuenta hasta que punto, respuestas como esas,
eran actos reflejos del patriarcado.
Durante todo este rato, Jose Antonio a
ido bebiendo agua de la botella, pero apenas dejando de hablar. Había
sonado un aviso, y escuchamos el segundo…
Se pone a recordar que cuando se produjo
la huelga de brazos caídos fue a raíz de una serie de cuatro muertes
seguidas de personas presas, en muy poco tiempo, y explica cómo se subió
encima de la mesa del comedor y le habló al resto de presos para que no
se hicieran ilusiones de salir de prisión si no tomaban conciencia. En
el comedor había otro preso muy enfermo y él les hizo notar que no se
podía permitir que no saliese en libertad… Ese acto le valió un primer
grado, pero también satisfacción porque el preso consiguió salir de
prisión. También recordaba cómo un carcelero cogió, rodeando con el
brazo el cuello de un preso, y llevándolo con fuerza contra la parte
saliente de obra del búnker, abriéndole la cabeza, y que acto seguido se
jactaba diciendo que no le había dado más, porque estaban las cámaras…
Decía que muchos de esos carceleros llevaban estética rapada para
intimidar más…, “yo estoy deseando salir de esta miseria, y ellos,
algunos carceleros, quieren ser como nosotros e incluso imitan nuestra
estética poniéndose un gorro de esos de lana como habíamos llevado
antaño los presos”.
Mientras Jose hablaba, cortaron las
comunicaciones y el resto de personas salía de los locutorios. Jose
levantaba la voz a través del cristal para decirle al compañero que en
caso de tener que dejar la huelga, que le llamaría por teléfono. Jose
empezó a recoger los papeles y meterlos en la carpeta, mientras el
carcelero le espera en la puerta. El resto de personas habían abandonado
la sala y nosotros seguíamos allí, esperando que Jose Antonio recogiera
todas sus cosas. Nos despedimos y con cierta desorientación conseguí
encontrar la puerta de salida, pero sin estar seguro que fuese la de
salida, pues parecía de entrada… La imagen de un carcelero en actitud de
espera y con cara de molesto, hizo darme cuenta de que efectivamente
era la salida… Jose Antonio nos lo había dicho, les sabe mal que
salgamos a la calle, y a aquel no le hacía ninguna gracia que nos
fuéramos, o por lo menos, que tuviera que esperarnos, se nota que no
están acostumbrados a eso. Nos reunimos con el resto de visitantes, y
desandamos el camino hecho a través de los compartimentos estancos aún
desorientado sin saber si estaba entrando o saliendo… La última puerta
se hizo esperar para abrirse… un cartel en ella ponía algo así como
“peligro de atrapamiento”…
Nessun commento:
Posta un commento