“Cuéntame que el paro / cuéntame que el hambre / cuéntame cien mil al mes
cuéntame que llueve / sabes que vas a comer / por dar hostias a la gente
sabes para quien trabajas / tus lágrimas las compras / en las rebajas"
cuéntame que llueve / sabes que vas a comer / por dar hostias a la gente
sabes para quien trabajas / tus lágrimas las compras / en las rebajas"
"Era un hombre y ahora es poli” – La Polla Récords.
En estos tiempos en que todo se
privatiza, que la frontera entre lo público y lo privado resulta cada
vez más difusa, incluso en lo que afecta a la policía y la “seguridad”.
Hace unos días, el director general de
la policía, Ignacio Cosidó presentaba el plan integral de Colaboración
entre la Policía Nacional y la Seguridad Privada. Con la ya gastada
excusa de la crisis, el plan pretende recabar información de la
seguridad privada que “serán procesadas e integradas en la inteligencia
policial y, en función de su colaboración, la Policía Nacional les
suministrará también los datos que puedan ser útiles para garantizar la
seguridad”; más claro: la policía entregará datos personales a empresas a
cambio de su colaboración. Tras explicar que esta colaboración no
implicará cesión de datos personales, Cosidó puso un ejemplo de la
colaboración que dejaba muy claro que sí lo habría. “El Corte Inglés,
por ejemplo, si retiene a alguna persona por hurto o robo, podrá pedir
información sobre sus antecedentes policiales”. Los antecedentes
policiales, por cierto, son únicamente los datos con los que cuenta la
policía a raíz de sus intervenciones. Que alguien tenga antecedentes
policiales lo único que significa es que las fuerzas de seguridad del
Estado le han identificado, espiado o detenido. A raíz de esa actuación,
esa persona puede acabar siendo enjuiciada ante un/a juez y, en función
de si la sentencia es condenatoria o no, ese alguien acabará teniendo
antecedentes penales o no, según los casos.
Lo que no nos explicó el director de la
Policía es cómo iban a evitar que esos datos no fuesen usados en
selección de personal de esas mismas empresas o de otras a las que se le
puedan vender los ficheros que la policía ponga a su disposición. No
resulta descabellado pensar que EULEN, una empresa con más de 50.000
empleados/as en España,
que se dedica, entre otras cosas, a selección de personal y que cuenta
con una ETT, utilice los datos obtenidos por su empresa de seguridad
para elegir a sus empleados/as. El valor que esos datos pueden tener
para una empresa es incalculable: les permitiría saber si un candidato a
un puesto de trabajo ha sido identificado en alguna manifestación o
conflicto laboral, si ha sido detenido en el contexto de una huelga…
Además estos datos pueden ir a parar a empresas como Prosegur, fundada
por el promotor del grupo paramilitar fascista argentino Triple A,
responsable de cientos de asesinatos contra militantes de izquierdas, o
Levantina de Seguridad, presidida por el responsable del partido
ultraderechista España 2000 (y de la asociación española de
prostíbulos).
Una muestra de cómo las empresas espían a
su plantilla lo podemos ver en la investigación que se está llevando a
cabo en Francia contra Ikea, en un caso en el que la multinacional sueca
había firmado un convenio de colaboración con una agencia de seguridad
privada para que, por ochenta euros por consulta, les proporcionara
información sobre la ideología, los antecedentes policiales, el consumo
de drogas y otros datos personales de sus trabajadores/as y de clientes
que hubiesen puesto reclamaciones a la empresa.
En Catalunya, el Conseller d´Interior
Felip Puig (célebre por haber ordenado las recientes cargas contra
manifestaciones y acampadas), han dado un paso más en la extensión del
ámbito de actuación de la seguridad privada proponiendo que asuman
tareas policiales como la vigilancia de las cárceles, realización de
controles de alcoholemia y actuación conjunta con los Mossos d’Esquadra.
Para facilitar el trabajo de estas fuerzas parapoliciales, el Parlament
ha aprobado recientemente el reconocimiento como autoridad a los
vigilantes de seguridad del transporte público y el conseller ha
sugerido que se haga extensivo a todos los vigilantes cuando colaboren
con la administración.
En un momento en el que ejércitos privados hacen la guerra (la empresa
Blackwater tiene tropas de mercenarios/as en Irak y Afganistán) y en el
que empresas de espionaje como Stratfor son contratadas por todos los
gobiernos del mundo (como así desveló recientemente Wikileaks), no
sorprende que la seguridad privada se haga cada vez con mayor poder y
con acceso cada vez más libre a recursos públicos.
Aunque nos vendan esta medida como una
forma de combatir la crisis y ahorrar dinero público, podemos quedarnos
tranquilos/as: el gasto en represión es la única partida en la que no se
han realizado recortes. Así, mientras se congelan las oposiciones de
empleados/as públicos/as, las plazas para los cuerpos de seguridad
siguen aumentando, y cuando en los colegios públicos no hay calefacción
la Guardia Civil gasta un millón y medio de euros en gases lacrimógenos.
¿Acabarán por ser consideradas las
empresas de seguridad como autoridades públicas (como lo son jueces y
policías) y que cualquier ofensa contra ellas se pueda considerar un
atentado a la autoridad?
Nessun commento:
Posta un commento