martedì 20 marzo 2012

Cuentos fascistas en tiempos de crisis, represión y pogromos: los inmigrantes nos quitan los trabajos


Texto repartido el 3 de marzo en el centro de Atenas, durante la manifestación y marcha de solidaridad con las ocupaciones y los centros sociales libres amenazados.

http://verba-volant.info/es/atenas-3-de-marzo-marcha-de-solidaridad-con-las-ocupaciones-y-los-locales-auto-gestionados/


¿Cuántas son, en última instancia, las tiendas en el centro de Atenas que venden bolsos? ¿25? ¿40? Toneladas de tinta de toda una máquina de propaganda (medios de comunicación, asociaciones comerciales, cámaras de comercio, municipio de Atenas y ministerios) tratan de mostrar el tamaño del daño económico causado al comerciante griego gravemente sufrido, por los enemigos de los griegos, los vendedores ambulantes senegaleses, nigerianos y bangladesíes. Si a los bolsos se suman todos aquellos pequeños accesorios y todas aquellas chucherías de plástico que se venden en los mercadillos, los paraguas que se venden en las estaciones de metro, además de unos pares de guantes y sombreros, el tamaño de la destrucción económica a lo mejor es comparable con él del memorándum. ¿Y las estatuas de madera procedentes de África? ¿Estas no cuentan?

Sin embargo, esto no es gracioso, es ridículo. Es indicativo que en los grandes operativos policiales que tan a menudo arrasan la ciudad, un 25-40% de los maderos son enviados a luchar contra el abominable “comercio ilegal”. Es un mecanismo de propaganda y represión gigantesco, carente de un campo material real, persiguiendo fantasmas. Pero a la vez genera unas percepciones de hostilidad, confecciona una imagen del inmigrante como un enemigo interno, cultiva y apoya ideologías de odio y alimenta pesadillas.

¡Con la retórica correspondiente, por supuesto! Porque los hatillos de los vendedores ambulantes constituyen la invasión de una “mafia” en el centro de la ciudad. Pero, un momento… ¿una mafia? ¿Es decir, unas redes criminales estructuradas con buenos accesos a los mecanismos estatales, una corrupción generalizada con sobornos de altos funcionarios, y una facturación de cientos de millones o billones de euros? ¿Es decir, lo que ningún alcalde o ministro payaso, ningún periodista o fascista ridículo, miembro de la asociación de comercio se ha atrevido a tartamudear sobre los escándalos de Siemens o del monasterio de Vatopedi, tiene que atribuirse al vendedor ambulante y a su hatillo, como una etiqueta de criminal? ¿En última instancia, quién le toma el pelo a quién?

La palabrería sobre el “comercio ilegal” no era, por supuesto, nada más que la extensión lineal de aquel mito que cuenta que los inmigrantes les “quitan” los trabajos a los nativos que trabajan duro. Un grito desgarrador para todas aquellas carreras de los griegos en los campos de fresas de Manolada que se perdieron a causa de los inmigrantes miasmas, para los altos salarios de 22 € (por 16 horas de trabajo creativo) privados de las manos griegas, para los sueños de tantos chicos griegos con trabajar en los campos, en la construcción y en los barcos, aplastados por los vientos de la globalización.

Pero hemos de ser honestos: hay que admitir que algo han aportado los inmigrantes. A lo largo de los 20 últimos años, miles de empresas han emigrado a los Balcanes en busca de una mano de obra pagada con unas migas. En cambio, sin embargo, los empresarios que eran patriotas guardaron sus negocios arruinados en Grecia, estando dispuestos a dar trabajo a cada griego por 2 euros y sólo cuando esto era imposible, contrataban a algún paquistaní, maldiciendo por no haberse ido a Bulgaria y Rumania. ¿Pero cómo iban a imaginar tanta ingratitud? Aunque no pueden quejarse, las condiciones de vida y de trabajo de los inmigrantes se convierten, en algún grado, en la realidad de pesadilla de la sociedad.

En realidad, los inmigrantes no eran más que los esclavos que necesitó la sociedad griega para montarse en el carro del desarrollo y de su sueño europeo, por supuesto antes de que se aplastara y se hiciera pedazos con la embestida de la crisis. Personas sin voz y sin cara, permanentemente perseguidas y socialmente marginadas; una condición necesaria para ir subestimando su fuerza laboral conforme crecían los beneficios. Sobre sus cuerpos se construyó todo el crecimiento económico de los últimos veinte años-y esto no sólo se concluye de la experiencia vivida, sino que está admitido en los estudios de los burócratas que residen en los bancos, en los ministerios y en las organizaciones internacionales. Por igual que han apoyado con sus contribuciones los fondos destinados a las pensiones, para escuchar ahora que “no los soporta la economía griega.” Y los inmigrantes no saben que decir de estos locos (y desagradecidos también) y se llevan sus pertenencias y miles de ellos regresan a sus países para hacer lo que saben muy bien: trabajar duro edificando sus vidas desde cero.

Y los/las que se van, se van para no volver (N.d.T. en griego “tiran una piedra negra detrás de ellos”). Y ya nos las quedamos nosotros (las piedras), nativos e inmigrantes, para tirarlas. Es lo mínimo que podemos hacer por nuestras vidas…

Solidarios/as

No hay nada que defender en una ciudad muerta, en la cual los espacios públicos no nos pertenecen y que está organizada en torno a la circulación de la mercancía. Vivimos, sin embargo, en aquellos tiempos en los que el mundo del consumismo se está acabando y el discurso, la acción y las estructuras de solidaridad es lo único que pueden promete un futuro que no sea una pesadilla.

Así que, como el pequeño comercio de los inmigrantes constituye una condición vital para su supervivencia, nuestra solidaridad se da por hecha. Como se da por hecha con aquellos que se niegan, que se enfrentan y tratan de escapar del disparate extremado del Poder…

El texto en griego.

http://athens.indymedia.org/front.php3?lang=el&article_id=1384713


http://verba-volant.info/es/cuentos-fascistas-en-tiempos-de-crisis-represion-y-pogromos-los-inmigrantes-nos-quitan-los-trabajos/#more-2733

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