martedì 20 marzo 2012

La cultura de un ejército



El hombre fuerte del régimen estadounidense autorizó las ejecuciones extrajudiciales, que comandos especiales practican en Irak, Irán, Afganistán

Esa cultura, ¿consiste sólo en la moral de combate? Pareciera que sí para las fuerzas armadas de EE.UU. Y para sus gobiernos: W. Bush autorizó la tortura y se recuerda cómo se aplicó en Abu Ghraib a ciudadanos inermes. Obama autorizó las ejecuciones extrajudiciales, que comandos especiales practican en Irak, Irán, Afganistán y no sólo. No debiera sorprender entonces que efectivos estadounidenses hayan ejecutado el domingo que pasó –y porque sí, no en el campo de batalla– a diesiséis civiles afganos en la sureña provincia de Kandahar.

Entre las víctimas había nueve niños, uno de ellos de dos años de edad. “¿Era este niño un talibán?”, preguntó Gul Bashra, su madre. “Todavía no he visto a un talibán de dos años de edad. No hay talibán aquí. Ellos (los estadounidenses) siempre nos están amenazando con perros y con incursiones nocturnas de helicópteros”, subrayó (AP, 11-3-12). Varios pobladores de las dos aldeas donde se produjo la matanza atestiguaron que los soldados entraron borrachos, pero eso no explica todo. Además, el alcohol estaría acompañado por una sensación de impunidad.

Esto también se explica. El 19 de noviembre del 2005, un grupo de marines masacró a 24 iraquíes desarmados en Haditha, una ciudad de la provincia de Al Anbar del occidente de Irak, niños, mujeres y ancianos entre ellos. Una corte marcial desestimó los casos de siete de los ocho efectivos juzgados y el sargento Frank Muterich, el único bajo proceso, se declaró culpable de negligencia en el cumplimiento del deber y se descartó el cargo inicial de homicidio involuntario. Como el resto de los involucrados, el sargento no pasará un solo día en la cárcel, aunque haya reconocido que ordenó a sus hombres “tiren primero y pregunten después” (www.nyti mes.com, 27-1-12).

Hay matanzas que ni siquiera pasan a la justicia militar. El New York Times informó que en el 2008 dos marines al frente de un pelotón se dedicaron a balacear indiscriminadamente a coches y pasantes afganos a lo largo de 16 kilómetros matando a 19 civiles e hiriendo a otros 50. Adujeron que habían sido tiroteados y que tuvieron que defenderse. Ninguno fue procesado. Un cable diplomático dirigido al Departamento de Estado que filtró Wikileaks revela que en el 2006, en Irak, efectivos estadounidenses allanaron varias casas y ejecutaron a un hombre, cuatro mujeres, dos niños y tres infantes no precisamente talibanes (//wi kileaks.org/cable/2006/04/06). Nadie fue acusado, nadie fue condenado.

Estas matanzas se han repetido a lo largo de toda la ocupación de Afganistán y es notoria la benevolencia con la que el Pentágono acepta y aun confirma las falsas explicaciones de sus autores. Pero hay un caso diferente que de algún modo las sintetiza: el descubrimiento de un grupo de soldados que se juramentaron en secreto para matar civiles iraquíes y afganos por deporte. Se desconoce el número exacto de víctimas que tienen en su haber (www.nytimes.com, 3-10-10). Solían descuartizarlas, fotografiar sus restos y llevarse un dedo, algún diente, como trofeo (www.rollingstone.com, 27-3-11).

Los elementos del autobautizado “Kill Team” fueron procesados y recibieron penas relativamente menores en relación a sus crímenes; excepto el sargento Calvin Gibbs, jefe del grupo, que fue condenado a perpetua pero podrá salir en libertad bajo palabra en menos de diez años (www.guardian.co.uk, 11-11-11).

El presidente afgano Hamid Karzai calificó la masacre de Kandahar de “verdadero asesinato” y exigió una investigación a fondo. El general John Allen, jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés) de los ocupantes, se apresuró a declarar su absoluta dedicación a “asegurar que todo aquel que sea hallado culpable sea considerado plenamente responsable” de los hechos (www.isaf.nato.int, 11312). El escándalo provocó otras manifestaciones de alto nivel.

El presidente Obama convirtió a la matanza en otra cosa: “El incidente –dijo– es trágico y horrible y no representa la índole excepcional de nuestros militares ni el respeto que tiene EE.UU. por el pueblo de Afganistán” y reiteró su voluntad de que se investiguen los hechos con rapidez (//uk.news.yahoo.com, 11-3-12). El secretario general de la ONU Ban Ki-moon expresó su tristeza y destacó: “Seguiremos urgiendo a todas las autoridades y al personal militar que están empeñados en estas operaciones que presten el máximo cuidado a la protección de la población civil” (Reuters, 14-3-12).

Se percibe “la índole excepcional” de la fuerzas armadas de EE.UU. y cómo cuidan a los civiles del país invadido. Porque las masacres cometidas son la lógica consecuencia del entrenamiento que reciben y del desprecio por el diferente, por el Otro, así como de algunas cosas más que pervierten la cultura social de la primera potencia del mundo.

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