martedì 25 ottobre 2011

Hacia una salud como bien común


Cuando el conocimientomédico esmonopolizado por grupos financieros como las farmacéuticas, son posibles casos como el ‘chantaje’ sanitario realizado por Roche a Grecia. Reflexionamos sobre la propiedad intelectual en la salud y sobre el elevado gasto farmacéutico español en tiempos de graves recortes y la necesidad de alternativas libres.

- El innecesario gasto farmacéutico
http://www.periodicodiagonal.com/El-innecesario-gasto-farmaceutico.html

El 18 de septiembre, como ha venido sucediendo todas las semanas desde entonces, miles de personas en todo el Estado salieron en defensa de los servicios públicos y, sobre todo, en contra de los recortes en educación y sanidad. El mismo día, la farmacéutica Roche anunciaba al Gobierno griego que dejaba de servirle citostáticos (componentes de los tratamientos de quimioterapia) debido a la deuda contraída. Al tiempo, alertaban al Gobierno español de realizar la misma acción si aumentaba su deuda con la compañía. Este comunicado evidencia una cuestión imprescindible, e invisibilizada, para poder hablar de salud pública o del derecho a la sanidad universal: las leyes de propiedad intelectual mantienen un oligopolio del conocimiento médico por parte de los grandes grupos farmacéuticos.

La medicina científica ha demostrado su capacidad para aumentar la esperanza y la calidad de vida y, por esa razón, no podemos dejarla en manos de grupos financieros que puedan especular con ella. Por este motivo es necesaria una alternativa socializadora y antimonopolista, como lo ha sido el software libre en el campo de la informática. Aunque esta alternativa aún no existe, ni existe tampoco unmovimiento organizado que alce la voz contra estas injusticias, sí que nos encontramos en un momento en el que poco a poco vemos campo de experimentación y las primeras voces críticas.

GENÉRICOS Prima el derecho a la salud

La mayoría de los países han impulsado medicamentos genéricos sobre patentes que han caducado. Teniendo en cuenta que el principio activo del medicamento apenas representa el 5% de su coste, que el margen para la farmacéutica es alrededor de un 20% y otro 20% el coste de marketing, un genérico puede reducir considerablemente el coste de un fármaco. El momento más impactante en la lucha de los genéricos fue, sin duda, el protagonizado por el Gobierno brasileño en 2007, cuando suspendió unilateralmente la patente sobre el efavirenz,

uno de los antirretrovirales más usados en el tratamiento del VIH. Lula declaró que el derecho a la propiedad intelectual estaba por debajo del derecho a la salud, y por tanto, al tratarse el sida en Brasil de un caso de emergencia sanitaria, ese tratamiento era de interés público. De esta manera, podían importar Efavir, un genérico indio que costaba una tercera parte de la solución patentada por Merck con el nombre de Stocrin.

COOPERACIÓN A hombros de gigantes

Como es normal, las farmacéuticas critican el uso de genéricos porque consideran que se están aprovechando de sus costes de investigación. En su defensa alegan que sólo uno de cada 10.000 compuestos investigados se aprueba para su uso con pacientes. Por esa razón son tan importantes iniciativas como la que está desarrollando Giants’ Shoulders, una plataforma de crowdfunding [financiación colectiva] para investigación. Imaginad la posibilidad de que las micro donaciones y la cooperación entre pequeños laboratorios fueran capaces de hacer frente a las grandes empresas.

No es la primera vez que la unión de pacientes puede lograr cambios significativos contra el monopolio en los sistemas médicos. Cuando se desarrollaron sistemas de imagen médica digital, cada fabricante utilizaba su propio sistema de almacenamiento y visualización (una resonancia magnética es una imagen 3D, por lo que es necesario verla desde un ordenador). Así, una vez vendido el primer equipo, por cuestiones de compatibilidad, el hospital necesitaba comprar todo de la misma marca. Sin embargo, las agrupaciones de pacientes se plantearon una cuestión básica: las imágenes médicas eran suyas y tenían que poder llevarlas a otro médico, algo que no era posible en aquel momento. Aunque existía un estándar libre para el intercambio de imágenes médicas llamado Digital Imaging and Communication in Medicine (DICOM) desde 1988, los fabricantes se negaban a implantarlo. Fue en 1993, cuando estas agrupaciones, unidas a los colegios profesionales, comenzaron a organizarse y a demandarlo. A día de hoy es imposible encontrar un equipo que no lo cumpla y goza de tan buena salud que cada año más tipos de pruebasmédicas se almacenan siguiendo este estándar.

¿‘COPYMED’? Ciencia ciudadana

Aunque aún es pronto para hablar de un movimiento copymed (llevando los principios copyleft a la medicina), estamos ante el principio de algo que sólo puede ir en aumento. Por un lado, las presiones de las farmacéuticas a los países en crisis, donde esperamos que los políticos sepan reaccionar como lo hizo el presidente Lula, y por otro, e incluso más importante, el nuevo movimiento DIYbio. Al igual que los medialabs y hacklabs en los años ‘80 y ‘90 impulsaron el movimiento hacker, han comenzado a aparecer espacios de investigación biológica bajo la premisa del ‘hazlo tú mismo’.

Son espacios como GenSpace en Nueva York y el BOSSlab en Boston, donde la gente aprende, investiga y promueve otras formas de investigación biológica y biotecnológica. El mes pasado abrió sus puertas el TmpLab en París y no debería sorprendernos si en poco tiempo muchos centros sociales cuentan con un Biolab. Si comprendemos que no es posible el derecho a la salud si lo supeditamos a las injustas leyes de propiedad intelectual, Merck y Roche comenzarán a publicar con licencia libre, como ya hace hoy Microsoft como mayor contribuidor de líneas de código al kernel 3.0 de Linux.

http://www.periodicodiagonal.com/Hacia-una-salud-como-bien-comun.html

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