
Las personas privadas de libertad presentan un mayor riesgo de suicidio que la población general (Snow, Paton, Oram y Teers, 2002). La Organización Mundial de la Salud en el año 2000 afirmó que el suicidio es, como causa única de muerte, la más frecuente en las instituciones penitenciarias, y McKee (1998) afirma que las personas privadas de libertad tienen unas tasas de suicidio entre 11 y 14 veces mayores que la población general.
Algunos autores establecen una diferenciación entre la población penitenciaria preventiva y la penada. De esta forma, se ha estimado que los internos preventivos presentan unas tasas de suicidio 7.5 veces mayores que la población general y los penados, casi 6 veces más que la población general (Jenkins y cols., 2005). Por otra parte, las personas que han estado encarceladas en algún momento de su vida presentan un mayor riesgo de suicidio que la población general (Pratt, Piper, Appleby, Webb y Shaw, 2006).
El medio penitenciario presenta unas peculiaridades que lo hacen especialmente vulnerable a la conducta suicida (OMS, 2000a):
– Los centros penitenciarios son lugares donde viven personas que tradicionalmente han estado entre los grupos de mayor riesgo de suicidio: hombres jóvenes, con enfermedad mental, aislados socialmente, que abusan de las drogas y que han intentado suicidarse en el pasado.
– El impacto psicológico del encarcelamiento o el estrés diario asociado a la vida en prisión puede sobrepasar las habilidades de afrontamiento de los sujetos más vulnerables.
– A veces no existen procedimientos formales para identificar y atender a internos con riesgo de suicidio.
– Aunque existan dichos procedimientos formales, el exceso de trabajo o el personal no especializado que trabaja en estos Centros puede provocar que no se detecten adecuadamente las situaciones de riesgo de suicidio.
– Algunos centros penitenciarios no tienen programas de tratamiento psiquiátrico ni tienen acceso a profesionales de la salud mental como los que existen en la comunidad.
El encarcelamiento puede representar una pérdida de libertad, una pérdida de apoyo social y familiar, miedo a lo desconocido, miedo a la violencia física o sexual, miedo e incertidumbre respecto al futuro, culpabilidad por el delito cometido, y miedo o estrés derivado de las pobres condiciones ambientales. Según va pasando el tiempo, el encarcelamiento genera más estrés por conflictos con la institución, victimización, frustración por las resoluciones legales, y finalmente un deterioro físico y emocional (OMS, 2000a; Douglas y cols., 2008).
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http://www.institucionpenitenciaria.es/web/export/sites/default/datos/descargables/publicaciones/Segund_Accxsit_2010.pdf
http://boletintokata.wordpress.com/2011/10/04/factores-de-riesgo-de-la-conducta-suicida-en-internos-con-trastorno-mental-grave/#more-4660
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