sabato 29 ottobre 2011

Cárcel=Tortura. Situación De Las Cárceles En El Estado Español


El texto que viene a continuación habla de la tortura en las cárceles y de la cárcel como tortura y tiene su origen en la transcripción posteriormente corregida de una charla pronunciada por su autor, un miembro de Salhaketa-Bizkaia, en unas “Jornadas contra la sociedad-cárcel” que se celebraron en Valencia en mayo de 2007. Como su contenido sigue vigente en su mayor parte, lo ofrecemos ahora, en octubre de 2011, como información complementaria de otra intervención de la misma persona dentro del “primer ciclo de charlas-debate sobre las torturas y malos tratos en las cárceles”, también en Valencia, el próximo sábado, 29 de octubre a las 18:00, en el Arte Facto, calle Pie de la cruz, 8.

http://boletintokata.wordpress.com/2011/10/24/valencia-29-de-octubre-inauguracion-del-primer-ciclo-de-charlas-debate-en-apoyo-de-la-campana-contra-las-torturas-en-las-carceles/

CONTRA LAS TORTURAS Y MALOS TRATOS
http://boletintokata.wordpress.com/2011/10/28/contra-las-torturas-y-malos-tratos/

Situación de las cárceles en el Estado español

Salhaketa es una asociación abolicionista que lleva funcionando desde el 1982, heredera de la iniciativa de familiares de presos y presas sociales de finales de la década de los 70, cuando las famosas amnistías políticas olvidan dentro de prisión a los presos sociales. Salhaketa, que en euskera significa denuncia, nace con la vocación de denunciar la cárcel, como institución total y totalitaria, y de expresar lo que nosotros llamamos la solidaridad activa con las personas presas acompañando la denuncia que hacen tanto de su situación individual como colectiva. Estos principios básicos se han mantenido hasta el día de hoy, aunque la forma en la que se han desarrollado han variado con el tiempo.

Con la experiencia que dan estos más de 25 años hacemos este repaso general de las cárceles y talegos de todo el Estado. En la cárcel de hoy en día hay que tener en cuenta básicamente dos momentos cruciales: uno es el nuevo Código Penal que entró en vigor el 1 de enero de 1996 y que acabó con las redenciones por trabajo y estudios. Nace así una nueva cárcel con un endurecimiento de las penas, puesto que a igual delito aumenta el número de años de condena en prisión. Y, sobre todo, se basa en una nueva concepción del sistema punitivo, del sistema de castigo de las personas que cometen un delito, y ese nuevo concepto es que, si bien la Constitución española en su famoso artículo 25.2 dice que cualquier pena privativa de libertad tiene que estar enfocada a la reinserción social de la persona que ha cometido el delito, el nuevo Código Penal y la nueva realidad penitenciaria es directamente un castigo social que ya ni siquiera se esconde.

Un segundo momento, bastante importante también, vendrá después con las reformas penitenciarias de los Gobiernos del Partido Popular, especialmente a principios del 2001 y 2003, que son una nueva vuelta de tuerca en las que a un Código Penal que ya era muy duro lo que se añade es la imposibilidad de salir por los pocos métodos que quedaban de obtención del tercer grado y demás, con una traslación de lo que es la mentalidad de la lucha antiterrorista: el cumplimiento íntegro de las penas, que en un principio es vendido como una medida antiterrorista, pero que, en la práctica, se está aplicando a toda la población presa… El resultado de este endurecimiento es doble: por un lado, ha aumentado la población presa, que pasó de 45.000 personas en el año 2000 a los 70.000 de junio de 2008. Es un crecimiento impresionante de la población presa, sobre todo si tenemos en cuenta que el día que sale el último preso amnistiado en 1978 quedan unos 12.000 presos en las cárceles españolas. Por otro lado, cada vez se castiga más la pobreza: quien pueda pagar la responsabilidad civil, un buen abogado, etc., tiene unas posibilidades de entrar en prisión mucha más reducidas y tiene, sobre todo, muchas más posibilidades de salir antes que una persona que no tiene esa capacidad económica. Ahora mismo, cuanto menos dinero tienes más posibilidades tienes de ir a prisión y, sobre todo, menos posibilidades tienes de salir de prisión, con lo cual se está convirtiendo a la cárcel en lo que en el fondo ya era antes: un depósito de pobres, de personas que no tienen recursos sociales.

Esas son las 70.000 personas que están en las 79 cárceles que hay ahora mismo, repartidas en sus tres grados de cumplimiento. Los grados de cumplimiento son un poco el sistema que ha diseñado el Estado para hacer una evolución y una catalogación de los presos y presas como buenos y malos. El habitual es el segundo grado, que es en el que de entrada es clasificada la inmensa mayoría de las personas que entran en prisión: es un grado de régimen cerrado, con un acceso al patio o a actividades de casi todas las horas diurnas y, aunque la ley establece que las celdas tienen que ser individuales, lo habitual actualmente es que estén dos o tres personas por celda para pasar allí las noches. Hay derecho a trabajar en los talleres, a tener cursillos formativos, a estar en el patio o en otras actividades.

Hay un grado superior, que es el de castigo: el primer grado, con sus subtipos, donde cambia totalmente el régimen de vida. Ya no se está en los módulos habituales, se está en los módulos de aislamiento, las celdas son individuales, el acceso a patio normalmente queda reducido a entre 1 y 3 horas (el desayuno, comida y cena es dentro de la celda). Se desarrolla así un sistema de premio/castigo: si te portas medianamente bien te doy un premio (tercer grado, permisos, etc.), si te portas medianamente mal te doy un castigo (primer grado), y quien decide si te estás portando bien o te estás portando mal es la propia cárcel. Es decir que puedes estarte portando muy bien desde los parámetros de tu dignidad humana y de tu individualidad, pero, si eso implica que vas a denunciar, si eso implica que vas a rebelarte, si eso implica que vas a defender tu idea de cómo quieres ser, probablemente la cárcel te va a castigar porque eso no es su concepto de buen comportamiento, que es el de que te chives de tus compañeros y digas “sí señor” a todo lo que se te ponga por delante. Y entonces, cada vez que alguien no entra dentro de ese concepto de buen comportamiento es castigado.

El castigo en la cárcel es el primer grado, de hecho, el FIES (el Fichero de Internos de Especial Seguimiento), es simplemente un tratamiento que se le da a determinados presos a los que se les observa especialmente, con independencia de que estén en primer, segundo o tercer grado. Al que le ponen la etiqueta de FIES es FIES toda la vida. Si sale de prisión y luego vuelve a entrar, vuelve a entrar como FIES. Un FIES puede estar en segundo grado o en tercer grado, aunque lo más habitual es que esté en primer grado. Pero lo que directamente condiciona el día a día de las personas es en qué grado penitenciario están y el más duro es el primero, evidentemente.

Luego, dentro de este régimen de premio/castigo la situación de beneficio máximo en que se puede estar es el tercer grado y la Libertad condicional. El tercer grado es ir a dormir a la cárcel y luego por el día estar fuera. Dentro del tercer grado también entran los nuevos modelos de control telemático, los tienen con la pulserita, ésos ya ni si quiera tienen que pasar por la cárcel, ésos tienen que estar las horas concretas en las que tendrían que estar en la cárcel en su casa donde tienen un aparato que da la alarma a la comisaría más cercana si no están a las horas programadas junto a él. Las pulseras son bien de muñeca, bien de tobillo. Este modelo en el Estado español se está generalizando, pero la impresión que tenemos es que es un poco la idea de futuro que tienen: que cada vez haya más gente en un tercer grado con control telemático y esto va a hacer más difícil acceder a las libertades provisionales, va a hacer más difícil acceder a otro tipo de sistemas y lo que va a servir es para que pueda haber muchas más personas presas que no estén saturando tanto las cárceles sino que estén controladas de otra manera, directamente controladas en sus casas. Este modelo le gusta mucha al Estado porque implica que la propia familia muchas veces se ve obligada a colaborar con la institución. Es un poco ampliar la cárcel fuera de la cárcel.

El horario y las condiciones de los terceros grados varían un poco según cada cárcel, el horario depende de la cárcel. La hora a la que se supone que tú tendrías que entrar en la cárcel a la que estás asignado es la hora en la que tú tienes programada la alarma del control telemático. En el sistema penitenciario español, se calcula que ahora mismo hay 48.000 plazas útiles para 70.000 presos y presas, es decir que faltan plazas. Esto va a potenciar el uso de sistemas telemáticos de control. Además, está programada la construcción de 9 nuevas cárceles de las que 5 son macrocárceles-tipo de 1.008 plazas. Van a tardar unos cuatro años en construirlo con lo cual es probable que de aquí a 4 años haya unas 7.000 u 8.000 plazas nuevas en cárceles nuevas. Pero eso no serviría ni siquiera para reducir la masificación que existe ahora. Y al actual ritmo de crecimiento de la población penitenciaria de aquí a cinco años podemos estar rondando los 90.000 presos y presas. Es decir que las nuevas cárceles ya están llenas antes de inaugurarlas, que es una de las cosas contra las que en Salhaketa estamos luchando ahora mismo, porque creemos que la solución a la saturación no debe ser más cárcel, la solución a la masificación tiene que ser la ampliación de los regímenes de vida fuera de prisión: más terceros grados con un control distinto al telemático, libertades condicionales y sobre todo, para empezar, la excarcelación de las personas que ahora mismo ya no tendrían que estar en prisión por su situación personal de enfermedad. Por otro lado el 70-80% de las personas presas sigue estándolo por motivos relacionados con el consumo o tráfico de drogas, nosotros creemos que despenalizando el consumo evidentemente ya estaríamos solucionando gran parte del problema. Sobre todo, porque no creemos que la cárcel sirva para reinsertar, lo que creemos es que tiene que haber una política social que evite la entrada en prisión, porque ahora mismo la inmensa mayoría de la gente que va a prisión va porque es pobre y va porque han fracasado todos los supuestos servicios sociales, que dicen que existen y que yo sigo sin ver por ningún lado, y que tendrían que ser los que evidentemente evitaran determinadas situaciones de delito.

Para empezar, con una mejor redistribución de la riqueza el índice de delitos no es sólo que bajara, es que estaríamos hablando de una sociedad totalmente distinta en la que probablemente la cárcel sería una cosa que no tendría ninguna función ni ninguna necesidad. La sociedad actual sí que la necesita porque la cárcel no sólo sirve para castigar al que ha cometido un delito, sino que también sirve para avisar a los que estén tentados de cometer un delito, para controlar a los que están en libertad. Nosotros hablamos mucho de que existe un cuarto grado penitenciario, que es en el que estamos todas las personas que todavía no hemos pasado por el sistema judicial ni el sistema carcelario, pero somos controladas por las cámaras que están en cualquier calle, por la policía, por los distintos controles que a todos los niveles que se dan en nuestra sociedad y que lo que busca es la restricción de la libertad y meter el propio policía y el propio carcelero dentro de cada uno de nosotros y de nosotras. El aspecto fundamental de la cárcel es que sirve de ejemplo para el resto de la sociedad, los malos acaban ahí. ¿Y quiénes son los malos? Los que el poder decide que son los malos. De hecho, si nos paramos a ver quiénes están dentro de prisión, veremos que casi el 80% de las personas presas están relacionadas con tema de drogas; más del 37% son extranjeras, y luego hay una serie de personas que lo están por cuestiones ideológicas, los disidentes de este sistema. Combinando estos 3 grupos superamos el 90% de los presos y presas.

Otra categoría importante que suele acabar en la cárcel es la de los enfermos mentales, que se calcula superan el 10% del total. No deberían estar ahí pero, como no hay un sistema de asistencia hospitalaria adecuado, acaban en la cárcel donde sus problemas de sociabilidad y sus problemas mentalesno sólo no se solucionan sino que, al contrario, se agravan. Suelen ser personas que la cárcel cataloga como peligrosas y que por ello mismo suelen terminar en primer grado.

En la cárcel ante todo el primer problema que se da es, en mi opinión, la total carencia de humanidad. Hay dos factores que sobresalen en este sentido: uno es el de las muertes en prisión y otro es el de las torturas. Entre los años 2000 y 2006 la media es de unos 210 muertos en las cárceles del Estado español. Un 20% de esos muertos son suicidios, el suicidio nosotros lo interpretamos como síntoma de la persona que está ten deteriorada que ya no aguanta más y entre la falta de libertad y el puteo sistemático que ha estado recibiendo toda su puta vida en prisión, acaba tomando la opción de quitarse la vida. Ésta es la más benévola de las interpretaciones, porque, en nuestra opinión, debajo de muchos los suicidios se esconden situaciones todavía más duras: el tema de los suicidios “inducidos”, de los que en alguna ocasión hemos recibido denuncias. ¿Qué entendemos por suicidio inducido? Por ejemplo recibimos en 2005 una denuncia de Nanclares de la Oca, de un preso social al que después de mantenerle en aislamiento bastante tiempo y después de darle bastantes palizas seguidas, una noche, cuando estaba en mitad de una crisis de ansiedad y se estaba dando de cabezazos contra la pared de su celda, por debajo de la puerta de la celda alguien, alguien que tiene que ser un funcionario porque a esas horas por el pasillo no hay nadie más, le mete un cúter y le dice: “esta vez empieza por el cuello, no por el brazo”. Claro, en una situación concreta de máxima tensión personal y humana que te hagan eso no es una incitación a que te suicides, es abrirte una puertecita en un momento en el que no estás en pleno uso de tus facultades mentales a que acabes con una situación de dolor en la que ya no aguantas más. Otros compañeros nos han hablado de cómo después de que le hayan llevado a determinada parte de la cárcel para darle una paliza, cuando vuelven a su celda ya ven preparada la horca con sábanas. Nosotros creemos que muchas de esas situaciones, muchos de los suicidios, esconden situaciones de ésas. Es algo muy difícil de demostrar, cada vez que se ha llegado a los juzgados con casos de estos el juzgado sistemáticamente “nunca hay pruebas”, pero nos consta que son situaciones de ésas y muchos compañeros nos escriben en cartas “Oye, si algún día aparezco ahorcado, yo no soy de los que se suicida, publicar esta carta porque habrá sido una situación contra mi voluntad”. Y esas cosas nosotros las conocemos directamente por los compañeros de dentro que nos las plantean abiertamente. Otros te dicen, “sí, yo soy de los que me chino, yo estoy dispuesto a suicidarme y en el momento en el que se despisten me voy a rajar, o me voy a colgar o me voy a tal”, que también habría que analizar lo que hay de voluntario o de no voluntario en esa situación concreta cuando uno lleva ocho años de aislamiento. Pero en otros casos lo evidente es que la inducción al suicidio es directa, un grupo de funcionarios está machacando sistemáticamente a una persona con la intención de que acabe acabando con su vida.

El otro tema es el de las torturas. Prácticamente toda la persona que ha denunciado algún tipo de maltrato en prisión, a partir del día que ha metidola denuncia, ha empezado a recibir un acoso por parte de los carceleros… por lo pronto lo habitual es que si está en segundo grado se le traslade a primer grado, que se le traslade de cárcel que se le aleje de su familia y de su sociedad y, por lo tanto, en todo momento hay una inducción a la no denuncia. Siempre que alguien presenta una denuncia, siempre que un preso presente una denuncia, inmediatamente todos los carceleros denunciados y alguno más lo denuncian a él por atentado contra la autoridad y/o agresión, lo cual supone un juego de denuncia y contradenuncia donde lo habitual es que en el mismo juicio se vea la denuncia de un preso contra cuatro funcionarios que están presentando cuatro denuncias contra ese preso por agresión etcétera. Y es la palabra de cuatro funcionarios de prisiones contra un preso en un sistema judicial como el español en el que los funcionarios, por ley, son prueba de veracidad, o sea, si un funcionario dice que el preso ha hecho esto y el preso dice que el funcionario ha hecho lo otro, el juez considera “prueba” la versión del funcionario. Es un poco lo mismo que pasa con los agentes de policía, con la guardia civil, etc.

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