domenica 27 novembre 2011

Apocalipsis


¡Cuánto me gustaría que todas las personas ocupadas o investidas de
una misión, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, seres superficiales o
serios, alegres o tristes, abandonasen un buen día sus tareas, renunciando a
todo deber u obligación y saliesen a pasear a la calle cesando toda actividad!
Todos esos imbéciles que trabajan sin motivo o se complacen en su
contribución al bien de la humanidad, ajetreándose —víctimas de la ilusión
más funesta— para las generaciones futuras, se vengarían entonces de la
mediocridad de una vida nula y estéril, de ese absurdo derroche de energía
tan ajeno al progreso espiritual. ¡Cómo saborearía yo esos instantes en los
que ya nadie se dejaría embaucar por un ideal ni seducir por ninguna de las
satisfacciones que ofrece la vida, esos momentos en los que toda
resignación sería ilusoria, en los que los límites de una vida normal
estallarían definitivamente! Todos aquellos que sufren en silencio, sin
atreverse a expresar su amargura mediante el mínimo suspiro, gritarían
entonces formando un coro siniestro cuyos clamores horrendos harían
temblar la Tierra entera. ¡Ojalá las aguas se desencadenasen y las montañas
se pusieran a moverse, los árboles a exhibir sus raíces como un odioso y
eterno reproche, los pájaros a graznar como los cuervos, los animales
espantados a deambular hasta el agotamiento...! Que todos los ideales sean
declarados nulos; las creencias, bagatelas; el arte, una mentira, y la filosofía,
pura chirigota. Que todo sea erupción y desmoronamiento. Que vastos
trozos de suelo vuelen y, cayendo, sean destrozados; que las plantas
compongan en el firmamento arabescos insólitos, hagan contorsiones
grotescas, figuras mutiladas y aterradoras. Ojalá torbellinos de llamas se
eleven con un ímpetu salvaje e invadan el mundo entero para que el menor
ser vivo sepa que el fina está cerca. Ojalá toda forma se vuelva informe y el
caos devore en un vértigo universal todo lo que en este mundo posee
estructura y consistencia. Que todo sea estrépito demente, estertor colosal,
terror y explosión, seguidos de un silencio eterno y de un olvido definitivo.
Ojalá en esos momentos últimos los hombres vivan a tal temperatura que
toda la nostalgia, las aspiraciones, el amor, el odio y la desesperación que la
humanidad ha sentido desde siempre estalle en ellos gracias a una
explosión devastadora. En semejante conmoción, en la que ya nadie
encontraría un sentido a la mediocridad del deber, en la que la existencia se
desintegraría bajo la presión de sus contradicciones internas, ¿qué quedaría,
salvo el triunfo de la Nada y la apoteosis del no-ser?

Cioran.

http://amotinadxs.blogspot.com/2011/11/apocalipsis.html

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