martedì 15 novembre 2011

"1984"... 85... 87... 89 Peor que lo previsto - La cuidanización de la vida


Revista Comunismo Nº 27 - Abril 1990

También en Francia, con la huelga de los ferroviarios y el movimiento "estudiante" (1), el proletariado, única fuerza capaz de aportar una respuesta definitiva a la crisis de este sistema de miseria y muerte, ha sacudido ligera­mente el frente de paz social. Pero esta paz social, que dominó durante largos años los es­píritus y la misma práctica de nuestra clase, ha dejado profundas huellas en la conciencia co­lectiva del proletariado y su peso nefasto sub­siste y constituirá aún en el futuro, una ver­dadera traba a la radicalización de las luchas. Para combatir esas trabas, para comprender mejor (condición indispensable para su superación futura), hemos considerado útil el analizar las características principales de la evolución social en Francia desde la instalación de la izquierda en el gobierno.

Si titulamos "1984" es para indicar que ciertas tendencias en la sociedad actual fueron, hace muchos años, previstas por ciertos hombres; pero no olvidemos que en el mundo imaginario de Orwell, la lucha de clases fue suprimida por big brother. Ello no es más que una ilusión reaccionaria, una utopía del capital que se auto imagina sin contradicciones y luchas, y resulta triste constatar que el campo de los reaccio­narios sigue aumentando por el aflujo de los desilusionados del proletariado y de la revo­lución comunista. Para nosotros, el desarrollo de la miseria, el reforzamiento de la dominación mercantil sobre la sociedad, el aumento de la competencia entre los proletarios (aspectos que caracterizan estos últimos años dada la ausencia de una verdadera respuesta proletaria), traducen el aplastamiento temporal, pero bien real, del proletariado. Sin embargo vemos también, en ese proceso, un reforzamiento de las determinaciones que inevitable e inexorablemente conducen a nuestra clase hacia enfrentamientos decisivos. Esta será la conclusión del artículo que presentamos a continuación.

En este texto hemos indicado los fenómenos tendenciales que en vez de suprimir la lucha de clases sólo posponen y acentúan los enfrentamientos de clase a pesar de los esfuerzos de la burguesía para ahogarnos en la democracia.

En los últimos tiempos, y en función del 20avo aniversario del mayo francés del 68, se ha hablado mucho de tales acontecimientos, no solo en Francia mismo, sino en general en Europa y también en otros países. Pero por supuesto que no fue para mostrar el movimiento real del proletariado, que en aquella fecha hizo tambalear todo el orden social burgués, sino para ocultar su verdadero significado y, en base a emisiones tales como las hechas por el propio Cohn Bendit, para presentarlo como un movimiento del pasado, utópico y sin perspectivas, (el propio nombre de la emisión fue: "¡a la revolución la hemos amado tanto .!") y en el cual los protagonistas llevaban todas las de perder (no por casualidad las televisiones del mundo y las películas filmadas al respecto insisten tanto en las apa­leadas sistemáticas de manifestantes y nunca en lo que el movimiento emprendió de subversivo!).

Claro está que el 68 y los años si­guientes marcaron, en Francia y en Europa en ge­neral, el renacimiento de la perspectiva revo­lucionaria, casi inexistente en la vida social de este continente durante 50 años, pero este ciclo de luchas estalló mucho antes en otras partes del globo, como en América latina y en Asia en donde las primeras respuestas del proleta­riado a la crisis del sistema capitalista mundial surgieron en los años 50. Es en el transcurso de estos movimientos que el proleta­riado se reapropia de su experiencia de lucha, organización, reconoce sus intereses y su naturaleza históricamente antagónica a la socie­dad existente. El 68 francés no fue el punto más alto del movimiento comunista, como lo cree el eurocentrista medio, sino "simplemente" un episodio de este movimiento, que confirmó una vez más la naturaleza internacionalista de nuestro combate. En este sentido, todo este pe­riodo es importante, como momento de resurgi­miento de la subversión proletaria que fue ente­rrada, por la fuerza de la contrarrevolución, decenas de años atrás.

En los años siguientes, quedó claro -trá­gicamente- que esta primera reemergencia del proletariado estaba aún marcada por numerosas debilidades e ilusiones que determinaron el curso de los enfrentamientos futuros: así la importancia real de estas luchas mundiales no permaneció como experiencia, como una práctica colectiva del proletariado, sino que pudo ser completamente devorada por la contrarrevolución que no tardó en transformarla en producto/mer­cancía de la "contra-cultura" y del consumo. La fuerza del movimiento fue que la perspectiva y el "deseo" de una revolución se transformaron en una necesidad concreta para un gran número de proletarios en diferentes lugares del mundo, pero una de sus mayores debilidades (principal­mente en Europa y Estados Unidos) fue que los medios de esta revolución (dictadura del prole­tariado por la destrucción del estado y del trabajo asalariado), jamás fueron asumidos como directivas, sino que fueron remplazados por un programa de realización de "deseos", de proyec­tos autogestionarios y se realizaron numerosas experiencias "comunitarias" en las cuales muchos jóvenes canalizaron sus energías, encon­trándose así incapacitados para llevar adelante una crítica seria, destructiva de la sociedad burguesa. Estas experiencias "paralelas", que en sus orígenes se constituyeron en conflicto con los valores morales del poder, fueron reab­sorbidos poco a poco por el propio movimiento del capital, que es el de la valorización y de­mocratización; transformándolas así en un factor activo de la acumulación y de la contrarrevolu­ción.

En Francia, durante el periodo posterior a los años 68, el objetivo esencial de la izquier­da fue el de aplastar el movimiento subversivo para intentar después la desmovilización definitiva del proletariado (destrucción en tan­to que clase). Así se le exigía a este último que renunciase momentáneamente a sus aspiracio­nes esperando la victoria electoral del "progra­ma común" (programa de gobierno PC-PS). Los años 70 fueron los del apogeo de las "luchas" izquierdistas: ecología (malville, larzac), fe­minismo (lucha por la libertad de abortar), autogestión (lip), ... Estos movimientos refor­mistas fueron, indudablemente, la respuesta del capital a la subversión; su canalización/trans­formación en un movimiento por la reforma y el "mejoramiento" de la sociedad; lo que implicó una reestructuración de las formas y los modos de vida arcaicos, una modernización de la so­ciedad llevada adelante por quienes decían combatirla.

El año 1978, con el fracaso de la izquier­da en las elecciones legislativas de marzo y con las desilusiones que de ello se derivaron tanto entre los obreros como entre quienes pretendían transformar la sociedad en base a la izquierda, marca en Francia el principio de la crisis de la "militancia": las reuniones y movilizaciones de los izquierdistas y los sindicalistas serán cada vez más desiertas y las huelgas cada vez más insignificantes.

Tres años después, cuando la izquierda triunfa en las elecciones, no es por mera casua­lidad sino porque resulta más apta para concluir, una vez por todas, esta desmovilización de la clase obrera en Francia. Una vez logrado esto (durante todo el periodo el número de días de huelga disminuirá constantemente), la izquierda (no olvidemos su papel histórico en la escena internacional como garante del orden capitalista) dará una coherencia global a la reestructuración necesaria de la sociedad francesa: control de la inmigración, "productividad" ("las 35 horas"), modernización de’ los diferentes cuerpos represivos, ejército, controles policiales en los barrios, en el metro y las fábricas, ... La izquierda llevará adelante su ofensiva en todos estos frentes para poder así reforzar el lugar competitivo del Estado francés con respecto a los otros Estados.

ALGUNAS TENDENCIAS QUE MARCAN LA ATMOSFERA SOCIAL HOY EN DÍA.

Hoy en día solo quedan algunos grupejos para reivindicar un "nuevo sujeto" de la revo­lución, posición tan en boga en "la autonomía" de los años 70: "tíos "jóvenes", las "mujeres", los ’inmigrados", los "prisioneros”, los "homo­sexuales",... (2); ¡nadie habla de luchas sec­toriales! Ello es el resultado de la inte­gración de las aspiraciones, que confusamente llevaron adelante estos sectores, por el mismo capital: las mujeres tienen su ministerio de la condición femenina, los ecologistas sus es­pecialistas en los ministerios, los inmigrados tienen a su disposición poderosos grupos de pre­sión y hasta... un secretario de estado de de­rechos del hombre. Esta recuperación que hace la sociedad capitalista de las aspiraciones de los jóvenes, inmigrados, etc,... se hace negando el mismo fundamento de estas y su contra­partida ineluctable es la agravación de las con­diciones de vida de estás diferentes categorías de proletarios: es precisamente para ocultar esta agravación y para que toda posibilidad de una verdadera respuesta, contra nuestra miseria, resulte cada vez más difícil, que se hicieron estas reformas. Esta realidad evidencia el contenido nefasto de la teoría del "nuevo sujeto" de la revolución; solamente luchando en tanto que clase mundial, es decir extendiendo toda lucha al conjunto de los proletarios, se podrá realizar contra esta sociedad de ex­plotación y de clase, la sentencia definitiva, que solo puede ser comunista. El desmentido de aquellos planteamientos parcializadores, efectuado por la propia realidad, fue más claro aún con el desarrollo mismo de la crítica y la política universal de ajuste de cinturones que toca al conjunto del proletariado.

La izquierda había levantado como consigna la "reducción de las diferencias salariales" y fue precisamente esto lo que el capital rea­lizó nivelando las condiciones de vida de diferentes sectores del proletariado: así por ejemplo se duplicó en 3 años el número de traba­jadores que reciben el salario mínimo y por otra parte se impuso una política de disminución de las diferencias entre activos y parados (y entre "jóvenes y menos jó­venes"). En base a promesas de "un hermoso futuro" impusieron la flexibilidad, los contratos de formación y la masificación de contratos a corto plazo (trabajadores temporales y precarios), los T.U.C. (3) ... Esto implicó un verdadero ataque contra nuestras condiciones de vida, que fue posi­ble por la debilidad de la respuesta proletaria, lo que se materializa claramente en el reforzamiento de la atomización de los proleta­rios, es decir en la destrucción del proletaria­do como clase que acompaña inevitablemente toda agravación de nuestras condiciones de vida. Los proletarios, destruidos por la miseria, son ato­mizados, es decir no se reconocen en tanto que una franja de una clase mundial que tiene los mismos intereses, se someten cada vez más a las exigencias de la sobrevivencia capitalista: ¡cada uno para sí mismo y todos por la economía nacional! Las últimas luchas que se dieron en diciembre y enero en Francia, y que moviliza­ron a ferroviarios, agentes de la RAPT (servi­cio de transportes urbanos) del EDF, maestros y profesores, todos encuadrados y limitados por los sindicatos, mostraron que solo reaccionan contra los ataques particulares que recibe cada sector como franja dé clase, siendo, en las actuales circunstancias, incapaces de una verdadera generalización de la acción directa, de la lucha.

Un agravamiento, como este, de nuestras con­diciones de vida si bien no constituye automática y mecánicamente la base de la cual surgirá una situación revolucionaria, implica indudablemente una agudización del anta­gonismo entre burguesía y proletariado y deja entreveer la dimensión de los enfrentamientos futuros. Lo mismo sucede con los jóvenes proletarios que son frecuentemente los primeros en situarse a la cabeza en los combates contra el estado;

- lo que se verificó en los movimientos revolu­cionarios del pasado, en los cuales fueron frecuentemente ellos los que desplegaron la audacia indispensable a toda empresa subversiva;

- lo que se verifica hoy en día, cuando vemos que son los jóvenes proletarios los que se encuentran en primera fila en los combates en África del sur, en Corea, en Cisjordania, o en Limbourgo (Bélgica), en donde fueron los jóvenes proletarios en paro y los hijos menores de los mineros que atacaron violenta­mente los locales de los partidos burgueses y de los sindicatos;

- lo que se verifica en las ciudades y en los suburbios ingleses en donde los jóvenes rechazan el encuadramiento efectuado por y a través de las campañas, o/y las organizaciones burguesas y en donde regularmente, por la acción directa, ellos hacen la crítica contra la miseria.

Estos jóvenes proletarios, cuando luchan a la vanguardia, nos están indicando claramente la perspectiva revolucionaria. Ellos muestran prácticamente como la alternativa no se encuen­tra entre reventar en la fábrica o reventar en el paro; o peor entre morir de hambre o morir de aburrimiento, sino entre reventar o luchar, entre aceptar la sumisión a esta sociedad, en la qué la mercancía y el dinero dominan todo, hasta .la vida misma, o luchar. Es esta la única alternativa real!!! Contra el reforzamiento de la miseria, contra el ajuste de cinturones que suceden a otros planes de austeridad, contra los gobiernos de izquierda que suceden a los de derecha,... contra el reforzamiento de la democra­cia, la única vía es la lucha. La única pers­pectiva realista en esta sociedad de muerte es la lucha.

Por ello, los esfuerzos de la sociedad se dirigen muy especialmente a controlar, someter, encuadrar a los jóvenes proletarios. Es también al interior de esas capas del proletariado que, muy a menudo, vemos la atomización a su nivel más acabado, la desesperación que conduce brutalmente a la propagación de la heroína entre los jóvenes: medio utilizado por el capital y su Estado para imbecilizar y reprimir a los jóvenes proletarios.

¡Es la misma sociedad, su evolución y su adaptación constante a las nuevas exigencias de la guerra de clases (es decir al enfrentamiento entre dos proyectos contradictorios al inte­rior de la misma sociedad) que inducen y refuerzan la atomización! Así, la inadaptación de los jóvenes al trabajo se acompaña de una evolución de la escuela que, como la familia, no tiene más como función (o en todo caso no es más capaz) que la de afirmar una autoridad, imponer una disciplina, en vista de integrar a la juventud a la "vida activa": es en este sentido que la crisis de la escuela y de la familia, de los años 70, fue digerida por la sociedad, llegándo­se así a la democratización de estas institu­ciones. La realidad de estas democratizaciones es… la transformación de las escuelas en verdaderos "aparcamientos" (prisiones) que pro­ducen millones de analfabetos (iletrados), es... la familia, en tanto que célula pedagógica (castración), a la que se la reduce a su más sim­ple expresión (ver más adelante a propósito de la individualización) y la tarea de la "sociabilización" de los niños es abandonada a la tele­visión. Al mismo tiempo, si la familia conti­nua a beneficiar de una cierta importancia es por la seguridad económica (se aumenta la tasa de explotación y con un salario se mantiene y reproduce 3, 4 o más prolos) y pseudo-afectiva que ella proporciona. No queremos negar las di­ferentes tentativas burguesas para revalorizar, tanto ideológicamente como moral y económica­mente, estas dos instituciones: la oposición tradicional entre la izquierda y la derecha permite reactualizar regularmente los valores contrarrevolucionarios de la escuela y de la fa­milia. Así en Francia, la orientación actual es la de hacer entrar la escuela en la fábrica, en el ejército y en la familia, y paralelamente la fábrica, el ejército y la familia visitan la escuela; ¡¡¡he allí la realidad de la democratización, la sumisión de cada uno a las necesidades de valorización del capital!!!

Es esta democratización de la miseria la que destruye corrientemente la revuelta de los jóvenes proletarios, diluyéndolos al interior de esa masa amorfa que es el ciudadano/elector, e impide hoy en día (dado que la contraposición real es -especialmente con el desarrollo de la crisis- con el conjunto de la relación social mercantil), ver claramente quien es el adver­sario inmediato contra el que se debe ejercer y desarrollar la revuelta.

Es, también, una cierta "tradición" de revuelta (en la escuela, en el ejército, ...), muy fuerte en los años 60, que no se ha logrado trasmitir a la nueva generación y que ha desa­parecido por completo generalmente en beneficio de las ideologías democráticas, y conservadoras. Muchos jóvenes solo han conocido la televisión como principal instrumento de "sociabilización" (señalemos dé paso que podemos considerar se­riales como la de "Starsky y Hutch" como extre­madamente más ricas e inteligentes que la media de las seriales que pasan, 24 horas sobre 24, en Estados Unidos), es decir que se los somete a la cultura del olvido permanente del pasado colec­tivo. La mayoría de ellos no tienen ninguna experiencia de lucha, jamás han participado, ni de lejos, en huelga alguna y tales experiencias no forman parte del cuadro de referencia que tienen; viven en un presente permanente que se les escapa.

Incluso, se ha desarrollado un cierto espectáculo organizado para la juventud y sus rebeldías, en especial a través de la música (punk, nuevas olas,... alimentadas, en particular, de la experiencia del paro, del rechazo a aceptar pequeños trabajos de mierda, etc). La música no es más que otro medio de integración de la juventud, así el joven tiene la ilusión de estar en el centro del mundo: ¡la afirmación "el mundo pertenece a los jóvenes" oculta la triste realidad de los jóvenes que pertenecen a este mundo... mundo del valor en proceso!

En los años 60, el odio que sentía la gente respetable de este mundo hacia los jóvenes y sus valores -o mejor dicho anti-valores- ha desparecido completamente en favor de una especie de veneramiento de los jóvenes, de su respetabilidad, de su sentido de responsabilidad (como se acaba de ver recientemente en la propaganda a favor de las manifestaciones de los "hijos de la república" como decía el diario izquierdista "liberación"). En realidad de lo que se trata no es principal­mente de la adaptación de los jóvenes, sino más bien de la adaptación (reforma) del capital, de su fuerza de atomización, de democratización: el capital tolera primero, luego integra y desa­rrolla a su manera toda contestación parcelaria, no totalizadora. Y en todo esto la burguesía ha logrado victorias objetivas. Así es muy raro ver a jóvenes proletarios luchando por los intereses de su clase, pero común verlos paseando por las calles por diferentes movili­zaciones organizadas por el capital y su Estado. Es repugnante, por ejemplo, ver 100.000 jóvenes manifestando por una radio libre (diciembre del 84 en Paris) o adhiriendo a diferentes campañas directamente organizadas por la burguesía, como movimientos caritativos (Etiopía) o pseudos antiracistas (fiestas "antiracistas"), o/y por la libertad de personajes burgueses cuya práctica contrarrevolucionaria no puede dejarnos la más mínima duda (como Nelson Mandela), y es terriblemente triste cuando esos mismos jóvenes no reaccionan contra la miseria creciente a la que son especialmente sometidos: es entre los jóvenes proletarios que la tasa de paro es la más elevada (en especial entre las mujeres jóvenes y entre los inmigrantes de África del Norte) y en la mayoría de los casos solo escapan ficticiamente al paro en base a pseudo ocupacio­nes totalmente miserables como los T.U.C. y los T.L.C.. y es cierto que, por el momento, es corriente que cada uno trate de salir indivi­dualmente de esta situación, guardando la ilu­sión de no encontrarse entre el gran número de perdedores. Hace 20 años los jóvenes hablaban de poder del dinero, del beneficio,... para es­cupir sobre ellos (estos valores eran claramente reconocidos como valores antihumanos, que había que destruir); hoy en día nos confrontamos corrientemente en las discusiones (¡cuándo se puede llegar a discutir con alguien!) con la apología y la exaltación de estos valores y por ende de la sociedad misma. Hoy se justifica la competición, la guerra de todos contra todos, la lucha par ser un "winner" (ganador). Lo que caracteriza nuestra época es pues un reforza­miento importante del individualismo que enve­nena toda la atmósfera social.

ATOMIZACIÓN Y PROGRESO

Este reforzamiento, como acaba de demos­trarlo el movimiento "estudiante", es frágil, no puede durar; por ello la contrarrevolución requiere una victoria, una solución mucho más definitiva. El Estado trata, por todos los me­dios, de darle, a este individualismo que el capital produce incesantemente, una base aún más sólida. Al embrutecimiento de todos los días se agregan los suicidios (más de 10.000 por año en Francia), los misticismos, las drogas (alcohol, medicamentos,...) la locura (en Francia hay 200,000 internados en hospitales psiquiátricos); como "soluciones" para todos aquellos que "no se atreven" y no pueden aún hacer de su vida un enfrentamiento: ¡el. Estado trabaja permanente, metódica y científicamente, para destruirnos pura y simplemente!

La relación entre el individuo y el Estado, que se nos impone a cada uno de nosotros, en tanto que ciudadanos atomizados, se transforma en un elemento clave de la contra­rrevolución; para construir al individuo-átomo

http://hommodolars.org/web/spip.php?article4316

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