martedì 1 novembre 2011
La Historia del DI
El DI ('Defensa Interior') y la resistencia libertaria contra el franquismo
(N. de R. Es muy común en el mes de julio, alimentar el fuego de la memoria rebelde con la publicación de textos sobre la guerra civil española (1936-1939). Aprovechamos entonces la ocasión para difundir este texto sobre la resistencia armada a la dictadura militar franquista, en los años 60. El escrito se centra en las vicisitudes de la resistencia libertaria, pero está totalmente alejado de la mitología oficial de la CNT-FAI.)
Por Octavio Alberola
Por razones generalmente partidistas, la resistencia libertaria contra el franquismo ha sido frecuentemente olvidada en la historiografía del antifranquismo. Pero este “olvido” es aún más notorio en el caso de la resistencia libertaria de los años sesenta, por ser en esos años cuando los libertarios intentaron organizar y poner en marcha su proyecto resistencial más consecuente, el DI (“Defensa Interior”), y cuando sus acciones obtuvieron mayor repercusión internacional.
Efectivamente, al reactualizar la lucha activa contra el franquismo y la presencia del anarquismo, el DI fue el blanco de todos los que, inclusive entre los libertarios, no veían con buenos ojos una reactualización que ponía en evidencia su inmovilismo o que contrariaba sus planes y objetivos políticos.
No es de extrañar pues que coincidieran tantos intereses en ocultar la historia del DI y que por ello ésta sea hoy en día, hasta en los propios medios libertarios, tan poco conocida. Un desconocimiento que, gracias a la reactualización del caso Granado-Delgado en el marco del actual proceso de recuperación de la memoria histórica, está comenzando a ser paliado. No sólo porque al hablar de este caso se ha tenido necesariamente que hablar del DI, sino también porque las nuevas generaciones de militantes y de historiadores están demostrando un gran interés por descubrir la resistencia libertaria de esos años, que tantos intereses coincidieron en ocultar.
Este interés exige pues un deber de información de parte de los que podemos aportarla. Y esto es lo que me han pedido hacer hoy aquí; pero, antes de hacerlo me parece necesario hacer algunas puntualizaciones sobre el franquismo y el antifranquismo, desde el final de la guerra hasta 1960.
EL FRANQUISMO
Con el pretexto de restablecer el orden, los militares facciosos se sublevan en 1936 contra el gobierno de la Segunda República. La sublevación triunfa en algunas zonas del país; pero en otras, gracias a la reacción popular, la sublevación fracasa y comienza la llamada “Guerra Civil”…
Franco es uno de los generales comprometidos en la conspiración y uno de los primeros en sublevarse; pero es gracias a una serie de circunstancias (Sanjurjo muere en un accidente de aviación al regresar a España y Mola encuentra muchas dificultades en el norte) que consigue ser nombrado Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Gobierno faccioso por la Junta militar reunida en Salamanca. Y así es como, tras apartar a los jefes históricos del alzamiento y “unificar” la masa de militantes y dirigentes fascistas en un partido único, Franco consigue ser, además de Jefe del Estado, el Jefe Nacional de Falange Española Tradicionalista y de la JONS y el supremo Caudillo del Movimiento. Por eso, al terminar la guerra, logra asumir -“en su entera plenitud” y con el título de “Caudillo de España por la gracia de Dios”- la absoluta autoridad de ese “Estado nuevo” que, hasta el fin, será un “reino sin Rey” y en todo momento una feroz y brutal dictadura castrense.
El franquismo, ese régimen que dura hasta la muerte de Franco, no es otra cosa que la alianza tradicional entre caciques, curas y militares, aunque adaptándose a los aires de la época, adopta el ropaje y el ceremonial fascistas de la Falange. Ésta, que se considera el tercer pilar del Régimen, copia y trata de imponer la ideología totalitaria de los fascismos europeos; pero, ya desde el comienzo de la Guerra Civil, el Ejército, la Iglesia y la Derecha reaccionaria, que son los verdaderos poderes que configuran el franquismo, ven en la Falange un aliado circunstancial, pero embarazoso para sus planes. Por ello, a partir de 1943, tras los desastres militares de Mussolini y su arresto por orden del rey Víctor Manuel III, comienza la desfalangización del país y el franquismo aparece como lo que realmente es: una dictadura reaccionaria, militar y clerical.
El objetivo de estos poderes es simplemente imponer una dictadura que garantice sus privilegios, una dictadura dispuesta a reprimir toda forma de protesta popular, intransigente e implacable con los sectores sociales que habían querido reformar la sociedad española y más aún con los que habían intentado transformarla revolucionariamente.
El franquismo no sólo es un régimen que no reconoce ninguna de las libertades fundamentales (de reunión, de organización y de expresión), sino un régimen inquisitorial, implacable en la vindicta y en la represión de todos cuantos se atreven a reclamar esas libertades. Entre 1939 y 1944, la represión franquista alcanza sus niveles más altos de brutalidad y las víctimas se cuentan en cientos de miles. Sólo cuando sus padrinos Hitler y Mussolini son derrotados, Franco hace una “pausa” en su política represiva; pero esta “pausa” es corta, no dura más que el tiempo necesario para que el Caudillo pulse el sentir de los Aliados sobre la continuidad de su régimen. Después, a medida que las connivencias de las Potencias “democráticas” con Franco aumentan y se esfuma la posibilidad de su derrocamiento, el franquismo vuelve a ser esencial y brutalmente represivo.
EL ANTIFRANQUISMO
Al terminar la guerra, con la victoria franquista, la mayoría de los vencidos acepta e interioriza la derrota; pero los hay que deciden resistir y proseguir el combate contra el franquismo por las armas. Más tarde, tras la derrota del nazi-fascismo, otros -confiando en el respaldo de las Democracias vencedoras- deciden dedicar sus esfuerzos a la constitución, en España y en el exilio, de una “oposición política” para “luchar” contra Franco en las Cancillerías y esperar...
El antifranquismo institucional:
Esta Oposición espera el milagro, la caída de Franco, gracias a la buena voluntad de las Grandes Potencias. Pero no sólo las Democracias no provocan la caída de Franco, sino que ni siquiera hacen evolucionar al franquismo hacia posiciones menos intransigentes, más conciliantes. Al contrario, las Democracias pasan, poco a poco, de una condena más o menos formal a un reconocimiento, de más en más oficial, del régimen franquista. Por eso el tan esperado milagro acaba en una amarga decepción.
La historia de esta derrota es aleccionadora:
Comienza con triunfos aparentes: en 1945, con la Declaración de la ONU condenado el régimen franquista, y en 1946, con la Nota tripartita propugnando la ruptura de relaciones con el régimen de Franco. Pero estos “triunfos” tienen efectos más bien negativos, ya que relanzan la polémica sobre la acción armada, dividiendo al antifranquismo y reduciendo el apoyo a los grupos resistenciales. En 1948, España y Francia normalizan sus relaciones y otros muchos países envían sus embajadores a Madrid. Y a partir de 1949, con el pretexto del expansionismo soviético, termina prácticamente -aunque no oficialmente- el aislamiento internacional del régimen franquista. Las Democracias occidentales siguen entonces propiciando el ingreso de la España franquista en las Organizaciones internacionales del llamado “mundo libre”, y en 1950, a pesar de que , desde hace mucho tiempo, abroga la Declaración de San Francisco de 1945 y deja libre el camino a Franco para conseguir el pleno reconocimiento internacional para su Régimen.
Esta decisión es un verdadero mazazo para el antifranquismo en general; pero particularmente para aquellos sectores que han puesto todas sus energías y esperanzas en conseguir el aislamiento internacional del régimen franquista. No sólo no lo han conseguido sino que han hecho perder el tiempo en absurdas conjeturas sobre el “posfranquismo” y en quiméricas negociaciones para prepararlo, lo que ha facilitado los designios de continuidad del Régimen.
Pese a este fracaso, el antifranquismo institucional no cambia de estrategia y se resigna a seguir en una oposición puramente simbólica... Y así pasan los años hasta que, en 1975, el franquismo -en tanto que Régimen- acaba al morir Franco. Entonces, los prohombres de este antifranquismo institucional se prestan a garantizar a los poderes fácticos su continuidad y privilegios a través de una “transición” sin ruptura. Una “transición” que es un simple cambio de fachada institucional para transformar la Dictadura en Democracia, pero sin restauración de la República. De ahí que los herederos del franquismo la acepten tan fácilmente, puesto que saben, desde hace mucho tiempo, que el franquismo es un anacronismo político y que la “transición” consagra la continuidad de los poderes fácticos y el capitalismo en todo su esplendor.
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http://rojoscuro.blogspot.com/2011/07/la-historia-del-di.html
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